La bombonera de proa

A tenor de su posición en el desembarco de las dos galerías y del jardín familiar, podría llegar a pensarse que esta terraza fue concebida como zona de paso. Y sin embargo, estos dos bancos decorados con una pensada azulejería desarman la teoría e incitan a mirar más allá. ¿Por qué su presencia a fin de ornar un lugar que solo sirve de articulación circulatoria? ¿O es que, tal vez, esta cubierta era en sí misma destino?

En este belvedere de 255 metros cuadrados se dibuja una nueva estancia al abrigo de los vientos, abierta al sol, a la desembocadura de la ría del Ibaizabal en la que irrumpe con su avance y, ahora, también, a la actividad cultural que acoge desde su rehabilitación en 2022.

Y, tras esos bancos que le aportan sentido, un muro de lo que podría haber sido aquel fuerte de defensa que desde el siglo XVII coronaba este enclave y hoy se torna en escena de conciertos, teatros y conferencias.